A veces resulta más sencillo reconocer la necesidad de otro de nuestro perdón, que nuestra propia necesidad. No estamos acostumbrados a gestionar la culpa, sino a cargarla, a flagelarnos, a atacarnos, sin darnos la posibilidad de soltar esa carga que traemos a cuestas y sencillamente liberarnos…
Entendamos que si hoy vemos las cosas de una manera diferente a como las veíamos en su momento, esto representa una toma de consciencia, significa que hemos adquirido el conocimiento necesario para evaluar y actuar de forma diferente ante una determinada situación y esto no es otra cosa, más que evolución.
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Todos hacemos lo mejor que podemos con nuestros recursos, todos llevamos una cuota enorme de constantes, de creencias, de influencias… de ego, que nos hace tomar decisiones a cada momento, y estas no serán correctas o incorrectas, serán las que pudimos dar en cada escenario… Luego quizás podremos concluir que alguno fue inadecuada, pero hacerlo no sería ni justo, ni útil.
No podemos cambiar lo que hemos hecho en el pasado, solo podemos tomar medidas ahora. Si hay algo que podamos hacer en este momento que fomente un cambio de dirección, hacia un camino con mayores beneficios, hagámoslo. Pero si no podemos hacer ya nada, de nada nos sirve fustigarnos, sin darnos la posibilidad de perdonarnos.
Todos cometemos errores y de ellos aprendemos, borrar los errores sería borrar la sabiduría que ellos dejaron en nosotros, quizás si fuese opción, diríamos que no estamos tan interesados en esa sabiduría, que preferimos anular algún error, pero dejaríamos de lado el hecho de que la vida es muy sabia y siempre nos muestra las lecciones que debemos aprender para continuar… De poder borrar algún error, seguramente en menos de lo pensado tendríamos que estar tomando nuevamente el borrador… porque cometeríamos alguno similar u otro con peores consecuencias.
Así que dejemos de imaginarnos que tenemos control sobre nuestro pasado y agradezcamos cada experiencia, porque cada una de ellas nos hace lo que hoy somos. Es momento de perdonarnos a nosotros mismos por cada vez que sentimos que no estuvimos allí para cuidarnos, para protegernos, para defender un sueño, para callar a alguien, para amarnos más que a otros… Es momento de perdonarnos por habernos expuesto al dolor, por haber permitido en nuestras vidas cosas que nos hicieron daño, por no haber tomado medidas antes, por haber dudado de nosotros mismos.
Es momento de perdonarnos por cada decisión que nos pesa, por cada “te amo” no pronunciado, por cada minuto desperdiciado, por habernos dedicado a complacer a otros, por haber actuado bajo presión, por haber sido demasiado paciente o impaciente, por no haber iniciado o terminado algo que para nosotros era importante… Es momento de perdonarnos por llevar tanta carga encima que no nos permite avanzar ligeramente, que cada vez que intentamos hacer algo positivo, nos dice que no hay espacio, porque nuestros errores y sus consecuencias están por todas partes.
Hoy decimos: Me acepto y me perdono por cualquier acción, pensamiento, relación, que no me haya hecho bien o haya perjudicado de manera directa o indirecta a otros, reconozco mi humanidad, soy consciente de mi proceso de evolución y dejo salir de mí todo lo que con su recuerdo me hace sentir mal y donde hasta hoy ha dolido pongo amor en sustitución.
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