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Una de ellas es que tu misión a nuestro lado había terminado. Te marchaste dejando muchos pendientes como la próxima comida en la que compartiríamos nuestras charlas, el siguiente abrazo en donde encontraría refugio, el consejo que me ayudaría a continuar mi camino e incluso el ultimo regaño. Pero sobre todo, quedó pendiente aquella despedida en donde te daría gracias por cada gesto y cada momento sin importar que tan bueno o amargo fuera, y donde te diría cuánto te amo y te extrañaré.
Por eso hoy escribo esta carta que tal vez no sirva de mucho pues ya no me acompañas para decírtelo de frente, pero que me ayudará a decírselo a tu alma que siempre me acompaña. Perderte ha sido lo más difícil que me ha pasado; he tenido que aprender a sobrevivir con tu ausencia, sin esperar tu llegada en Navidad o en año nuevo; compartir mis logros con otros; darme cuenta que ser más fuerte cada día no es simple.
No ha sido tarea fácil pero poco a poco lo voy logrando, aunque el camino no parece terminar. En ultimas fechas he tenido que hacerme a la idea de que no estarás el día de mi boda para bailar conmigo, ni caminaré de tu brazo rumbo al altar, no te podré invitar a comer a mi nueva casa ni verás crecer a mi hijo.
Aunque todo esto duele, he decido hacerlo a un lado y recordarte justo como hubieras querido: lleno de alegría y entusiasmo por la vida, pero sobre todo con agradecimiento, por que a pesar de que el tiempo nos ganó, siempre disfruté de tu compañía.
Fuiste un padre único: junto a mamá me enseñaste a crecer; a saber que quien te ama te respeta y lo demuestra; que la familia es lo más importante en este mundo; que no debo despegar los pies de la tierra y crecer en humildad; a siempre ser una persona íntegra y sobre todo, me enseñaste a vivir.
¿Sabes algo? Aún cuando no puedo verte, te siento siempre conmigo. Antes de dormir te platico sobre mi día, te pido consejos e imagino cuales serían tus respuestas sin dejar de visualizar tu sonrisa. Por que sé que estás a mi lado en cada tropiezo, cada logro, a cada momento.
Creo que después de todo me dejaste un gran tesoro, uno que nadie podrá arrebatarme jamas. Me dejaste recuerdos, experiencias, enseñanzas, pláticas y sobre todo una hermosa familia que me confirma que aún sigues a mi lado. En verdad son muchas las cosas que tengo que decirte, pero sé muy bien que tú ya las conoces, por lo tanto sólo me queda agradecerte por convertirme en quien soy, por todo ese amor y seguridad que me brindaste. Siempre te llevaré en mi mente y corazón.
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